miércoles, 13 de octubre de 2010

Conversación

¿¡Quién dice que no pueden hablar!?, ayer cuando al fin hallé mi silencio vinieron todos con sus ramas a agitarse sobre mi. Me acariciaron, porque lo hicieron con la brisa, con sus palabras. Inesperadamente recorde aquello que sabia de niña, entendí el idioma que usan y se desvanecieron los obstáculos.
Los árboles me contaron la ruta de las mariposas, me dijeron que nada es mas importante que mi corazón, pero a la vez que mi corazón es pequeño y está contenido por el mundo. Todos coincidieron en agradecerme, pues yo estaba en eso de darles las gracias por toda esa sombra, por todo ese amor. Y quedó tan claro entre ellos y yo absolutamente todo.
En su idioma las palabras son gigantes, como ellos, profundas, como sus raices. Y me dijeron que ellos, vuelven a la vida los muertos, que ellos conducen sus huesos al viento. Me explicaron que sus manos son el viento y que no por no parecerse a nosotros no tienen como tocar. Que sienten absolutamente todo y que los arboles mas tristes son los de la ciudad. Sufren la indiferencia y la falta de riego, la poda y los cables. Me contaron que -menos mal-, ellos matienen el contancto y siempre les están haciendo caricias subterráneas. Qué lo que ellos entrelazan por debajo de nuestros pies, es eterno.
Me contaron que conocen los secretos de los hombres y que ellos aún recuerdan -no como nosotros- que era el árbol el consejero silecioso del hombre antiguo, por eso hasta hoy insitintivamente cuando necesitamos el alma y la palabra mas honda, recurrimos a un árbol y a su sombra.
Me dijeron que no tenga miedo, que no hay nada más que temer. Todo será como deba ser y yo solo tengo que seguir mirando hacia el cielo, donde estan sus palabras, sus hojas y sus ramas....