jueves, 14 de abril de 2011

Aunque pretendas esconderlo.

Me resulta incongruente. Es dificil de comprender que no haya conexion entre lo que fuiste y lo que sos.
Tenias las manos delgadas y en tu muñeca sobresalía con delicadeza un breve huesito que siempre daban ganas de tocar. Tenias un hoyuelo en la mejilla, en una sola. Había un solo rulo en tu pelo al costado de ese hoyuelo. Tenias la cabeza llena de pájaros y de arboles, no habia limites en tus ideas. Tu piel no era la más tersa sin embargo exudaba una sensualidad nueva y arrolladora. eras humeda, apasionada, desvergonzada.
No temias arrojarte sobre aquello que deseabas, en medio de la calle, delante de cualquiera. No temías llorar a los gritos en una esquina si así lo necesitabas, no temias gritar de locura si así lo querias.
Tenias la cabeza llena de pájaros. Tenías el cuerpo lleno de deseo, de amor, de una urgencia frenética por vivir. Querías correr desnuda por la calle, querías desafiarlos a todos. Tenias la pasión que sólo las grandes mujeres de la historia se animaron a tener.
La humedad de tus besos fueron los más intensos y la presion de tus manos los más llenos de deseo.
Por eso me parece incongruente. Ahora encerraste los pájaros, cubriste tu cuerpo con ropas comúnes, escondiste el breve huesillo de tu mano con pesados abrigos. Te escondiste. Guardaste tu pecho antes ofrecido al viento y te redujiste a tus manos, aún pequeñas. Ahora sólo son tus manos las que evidencian tu apasionado corazón. Con ella te abocas a lo doméstico, a lo mundano.Parece que se hubiera apagado la llama en tus ojos, parece que tu pelo ya no se despeina nunca más frente a las montañas. De todos modos aún puede olerse el salvaje amor que abriga tu corazón. pero ya no desafías a nadie, has preferido circular lo seguro.
Abandonó la selva la leona que te habitaba. Pero yo aún la veo como ruge en tu mirada...


viernes, 1 de abril de 2011

Arrullo

Un dia vino a mí, sin así desearlo un niño de desorbitados y redondos ojos llorones, dueño de unas rechonchas mejillas rosadas. Lo sostuve en mis brazos con la dulzura que su desesperación pedia. Pero también con la desesperación que mi alma tenía.
El sólo contacto de mi piel y la suya operaron  un cambio en su voz. Abandonó el griterio para mirarme con mudo asombro.Tomé una de sus redondas manos y besé la punta de sus dedos. Mordí levemente con mis labios, cada uno de ellos. Él miraba sin pausa con sus pestañas rizadas hacia la luna. La oscuridad rodeaba nuestros cuerpos unidos por el abrazo de ambos y el silencio. Estiró su brazo y me devolvió la caricia suave y golpeteó con dulzura el borde de mi cara, me rasguñó suavemente el mentón. Buscó mis ojos con sabiduría, reconociendo la entrada a todos mis secretos.
Me miró con la certeza de entender el porqué yo lo necesitaba, sin conocerlo, sin haberlo amado sino hasta ése preciso momento. Me reconoció como quién reconoce a un viejo amigo de la escuela. Comprendió la desesperada necesidad de darle a él lo que se le negaba y me lo agradecía.
Entendió que no sólo ése era el motivo de mis calladas palabras. Supo todo de mí. Y me regaló una sonrisa estrellada. Y yo dejé que se me volara el pecho como una adolescente enamorada, le dije adiós a las palabras anudadas y sin pensar más nada liberé al aire el persistente arrullo que mi pecho enclaustraba. Mirando todavia sus ojos alunados, le cante la historia de la estrella en camisón, le cante que era bueno, que era bello y que lo amaba. Que desde ese preciso momento mi corazón lo atesoraba, como aquel bebé que ya no lloraba y escuchaba sonriente mi único arrullo de madre negada.